Se dice, se comenta que los toreros deben de mantener sus intestinos vacíos, -así como el que va a hacerse un análisis de sangre-, antes de ir a la plaza por si, Dios no lo quiera, puedan tener un percance.
Mi opinión, en estos casos, no sirve de nada, pero sí que puedo pensar y decir como un torero debe de estar, además de fuerte, bien alimentado para afrontar con la fuerza necesaria ese momento tan solemne que antecede a la pelea para salir indemne de ella.
No todos, pero hay algunos toreros que estas recomendaciones se las «saltan a la torera», (nunca mejor dicho), y tienden a tomar algún alimento sólido contraproducente.
Mi recomendación, por lo leído, sería que la noche anterior a la corrida, debiera de hacer una cena ligerita: tortillita de jamón y vaso de leche caliente. A la cama entre dos luces. Dormir unas ocho horas seguidas y, a las claras del día, salir del hotel en ropa de deporte para ejercitar el cuerpo, con un poquito de toreo de salón, durante un par de horitas. Vuelta al hotel y ducha fría a ser posible. Masaje y posterior desayuno. Nada de grasas, a base de fruta y leche. Acto seguido elección del vestido de torear, con el mozo de espadas. Nueva salida a la calle para pasear por la ciudad o pueblo. En esta ocasión con alguien de confianza. De regreso al hotel. Reunión con el apoderado y cuadrilla posterior al sorteo. De 12 a 13 horas, almuerzo en la misma habitación del hotel. Ensalada, hidratos, huevos revueltos, pasta o pollo. Postre fruta variada. Acabar de almorzar y todo el mundo fuera de la habitación. El reposo del torero es sagrado. Terminada la siesta, comienza el ritual de vestirse de luces. Es su mozo de espada quien le ayuda a fundarse el traje de torear. Una vez colocada la castañeta el torero se entrega a sus rezos frente a una serie de estampitas de vírgenes y santos de su devoción. Salida del hotel para ir a la plaza no sin antes corresponder al saludo, firmas y fotos de sus admiradores/as.
Este es el día a día de un torero que quiera estar preparado para torear muchas tardes. Vivir y morir por su anhelos.

Antonio Rodríguez Salido – Escalera del Éxito 176